Tanto el envase, para contener directamente el producto, como el embalaje para reunir y envolver los envases para su manejo, almacenamiento, carga, descarga y distribución, tienen su origen con las primeras actividades humanas.
Podría haber sido en el Neolítico cuando cazadores-recolectores se encontraron con la necesidad de recoger y conservar los alimentos en diferentes clases de recipientes y contenedores: los excedentes que procedían de la agricultura debían ser guardados y recibir tratamiento para su preservación. Materiales naturales como hojas de árboles, bambú, fibras vegetales diversas, calabazas, cáscaras de coco, conchas, pieles y cueros de animales, cestas y las primeras vasijas de barro sin cocer servían para estos fines.
A la vez, estos productos remanentes han de ser almacenados y distribuidos, para lo cual fueron necesarios los primeros sistemas de embalaje. En efecto, el intercambio y el trueque de estos productos daban lugar a formas de comercio mucho más efectivas y ágiles. En este marco, el embalaje va evolucionando, con la utilización de telas, cerámicas, maderas, metales y ciertos tipos de papel, y con el impulso de las grandes travesías marítimas, que requieren mayores exigencias y más seguridad para las mercancías: fenicios y egipcios desarrollan los primeros envases de vidrio; cretenses, griegos, romanos, chinos y otros pueblos extienden el comercio, sus materias y sus instrumentos por todo el mundo.
Un desarrollo más cuidadoso del embalaje comenzó en la década de 1860, impulsado por la creciente competencia y las continuas innovaciones tecnológicas. Desde este periodo, el fenómeno cultural y la conducta de los consumidores empiezan a ser clave y a proporcionar el enfoque y la perspectiva actuales.
Tras la Primera Guerra Mundial, y como consecuencia de los movimientos de suministros y mercancías durante la misma, surgen más innovaciones en el empaquetado de productos, como el vidrio, las cajas de cartón, las latas de metal y el celofán.
A partir de aquí, además, la diferenciación de identidad de marca entre los fabricantes se hace central, y el embalaje es usado como soporte para lemas y mensajes.
Con la llegada de los autoservicios, tras la Segunda Guerra Mundial, el embalaje adquiere un rol de "vendedor silencioso" y surgen los materiales de uso único: plástico y papel de aluminio.
Las tecnologías digitales, en la 2ª mitad del siglo XX, posibilitan la globalización de las compañías, una competencia sin precedentes, y hacen del envase y embalaje algo absolutamente esencial para el negocio, a la vez que una amenaza para el Medio Ambiente.
Este momento resulta el punto de inflexión en que las compañías deben distinguirse, proporcionar seguridad, comodidad y experiencias al consumidor a través del envase y el embalaje, a la vez que vigilan con atención su impacto en el Medio Ambiente y la sostenibilidad de sus procesos.