Como sabemos, el CO2 o dióxido de carbono es un gas vital para la vida, a la vez que un importante gas de efecto invernadero cuando se concentra en la atmósfera, tal y como han venido ocurriendo a causa de las actividades humanas desde la Revolución Industrial. Las consecuencias son el calentamiento global y la acidificación del océano, puesto que al disolverse en el agua, el CO2 se convierte en ácido carbónico.
Por este motivo, capturar y almacenar CO2, según la OMM -Organización Meteorológica Mundial- y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), es una buena opción para mitigar el cambio climático y sus consecuencias.
El mundo vegetal, y en concreto los bosques absorben grandes cantidades de CO2 y producen oxígeno durante el proceso de fotosíntesis, y, por tanto, contrarrestan las emisiones y ayudan a frenar sus efectos en nuestro planeta. Este efecto permanece además en la madera, el papel y los productos forestales, una vez elaborados, que continúan reteniendo todo el CO2 almacenado. Por ejemplo en los libros, el papel y el CO2 que almacena quedan fijados durante décadas e incluso generaciones. Cada kilo de papel almacena aproximadamente 1'3 kilos de CO2. Y si seguimos reciclando el papel, seguimos ampliando el plazo del almacenamiento de dióxido de carbono...
Desde luego, una biblioteca jamás se ha considerado por su peso en kilogramos, pero las bibliotecas más grandes son como grandes bosques a efectos del CO2. Y tú, ¿cuántos kilos de papel guardas en tus libros? Multiplica por 1'3 y sabrás los kilos de CO2 que no están provocando efectos adversos en el Medio Ambiente... Algo más que agradecer a los libros, que ya no son 'sólo' asombrosas prolongaciones de la memoria y de la imaginación humanas, sino además de los bosques de los que provienen.